Se supone que uno de los
principales problemas de nuestra industria es la falta de un comic de base que
genere nuevos lectores. Antes teníamos a Bruguera, y antes que eso al Jabato,
el Capitán trueno y demás leyendas patrias. Pero últimamente es bastante
difícil encontrar comic nacional de consumo.
Este tipo de comic no tiene
fórmula fija, pero se supone que si va destinado a la gran masa consumidora
deberá estar dirigido a ese público y entender sus gustos. Yo creo que ese es
el caso de Dragon Fall.
La serie nació como una parodia,
pero con el tiempo ha adquirido vida propia, independencia, y se ha convertido
en un producto ágil y entretenido, relleno de referencias de los que la gente
joven consume con avidez. Manga,
superhéroes, rol, todo se da cita en esta serie capaz de superar sus propias
limitaciones, de pasar encima de ese juego referencial y, además, contar con
una historia. Una historia sencilla y
entretenida, sin mayor pretensión que enganchar a un buen número de lectores y
mantenerlos con una sonrisa en la boca.
Pero no sólo en el planteamiento
podemos encontrar puntos positivos. El grafismo de la serie evoluciona número a número y se une al juego de las
referencias utilizando una extensa gama de entintados y tramas fotomecánicas
con la intención de adaptarse perfectamente a la situación. El clon de Toriyama
que era el número cero, ha dejado paso, en los siguientes episodios, a una obra
mucho más interesante, muy ágil, en constante evolución.